VIEJOS EN ACTIVO

DSS DJ 5.5 key

La vejez es el periodo de la vida arbitrariamente improductivo, que nuestras sociedades mantienen en una cierta categoría de tabú por su relación con el deterioramiento biológico y la muerte, aspectos que se quieren maquillar y disfrazar por medios tecnológicos. La gente mayor actualmente ha asumido, hasta cierto punto, el modelo que la sociedad ofrece de ella, sin plantearse en profundidad si cumple o no las expectativas más intimas. A parte de eso, el colectivo se orienta lentamente hacia la búsqueda de respuestas a las cuestiones planteadas por ellos mismos. Esta vía, que debería de traer al colectivo de gente mayor hacia la creación de su propia cultura, ofrece en la actualidad notables dificultades, ya que los poderosos medios de comunicación y publicidad luchan por imponer las pautas de consumo beneficiosas por los grupos productores que constituyen el eje de nuestra sociedad, sean o no adecuadas para el colectivo de gente mayor. Los ancianos no asumen en profundidad las propuestas y los valores que la sociedad ha elaborado para ellos, a un que por falta de otros referentes, se acepten. Por otro lado, la propia naturaleza del colectivo ( historia generacional, escasez de energía física, de recursos económicos...) comporta la dificultad de elaborar por ellos mismos un modelo cultural propio y de impulsarlo a los responsables de los medios de comunicación de masas. Para resumir la doble negación de la cultura de la ancianidad, podríamos afirmar que no aceptan plenamente lo que recibimos y, a la vez, no actúan para conseguir organizar el mundo, su mundo, según sus expectativas. Los jubilados constituyen los componentes de segmento viejo de la población que se mantiene en plenas facultades físicas, pero que están apartadas, desvinculadas del mundo de la actividad productiva y de todo ello que se deriva. El hecho de pertenecer al colectivo de jubilados no implica un asentamiento real en el lugar social determinado por una serie de deudas y obligaciones, y unas estrategias defensivas o ofensivas en el caso de no ser respetados. Comporta un estado limítrofe sin retorno, en el cual la vida pierde sus finalidades anteriores. Los individuos activos se ven sometidos a una disgregación social importante y los códigos diversos que ordenaban el devenir vital pierden sentido, a pesar de que siguen siendo utilizados por los sujetos. Las únicas actividades que ganan por lo que hace su significado son aquellas impulsadas por el propio individuo por el placer individual. Los jubilados tienen ingresos mensuales inferiores al salario mínimo interprofesional. El 16, 9 % cobran entre 45.000 y 60.000 pesetas mensuales. El 75,9% de los ancianos tienen una economía de pura subsistencia que les permite vivir independientes con un control riguroso de gastos, incluidas las básicas. Los que cuentan con un ingreso entre 45.000 y 60.000 pesetas no llevan necesariamente una vida miserable, pero su capacidad adquisitiva está muy por debajo de la medida observada en la sociedad de consumo. Además de los ancianos jubilados existe también una segunda tipología de viejos los cuales se denominan seniles. Se trata de aquellos sujetos que padecen un nivel de deterioramiento físico o mental que les impide desenvolver con normalidad su vida íntima. Los jubilados viven subjetivamente la cultura de la ancianidad como un estado de desarraigo social, mientras que el senil lo vive como un marco sociocultural que les permite exigir determinadas ayudas: pueden realizar denuncias si consideran que no están bien tratados, exigir más atenciones de sus familiares... La administración pública habla constantemente de sus dramáticas necesidades, a pesar que habitualmente se trata de falsos pudores éticos con los cuales el resto de la sociedad apaga el problema de la marginación senil. La consideración que reciben los espacios dedicados a residencia es totalmente negativa desde la escala de valores del jubilado, pero necesaria. Prácticamente ningún anciano desearía acabar sus días en una residencia, pero todos piensan que el hecho de que existan es positivo, por si acaso. Las residencias son los espacios que simbolizan la forma externa del desarraigamiento familiar de los ancianos y el abandonamiento que padecen. Cuando no pueden llevar una vida independiente y no son admitidos en los domicilios de sus descendientes, no queda otra alternativa que ingresar en una residencia, institución que cuidará de ellos, les alimentará y les medicará cuando sea necesario. Allí esperará la muerte. Un elevado porcentaje de ancianos mueren antes del segundo año de ingreso, a pesar de no presentar ninguna enfermedad grave en el momento del ingreso. En las sociedades modernas industrializadas, ser viejo es sinónimo de estigmatización, de proximidad a la muerte, de miseria material y de enfermedades igualmente poco atractivas. En consecuencia, prácticamente nadie quiere aceptar la vejez en toda su profundidad vital y la forma de huir es disimulando las evidencias externas y no asumir ningún tipo de simbología propia de la edad.